Antes, cuando la religión era fuerte y la ciencia débil, el hombre confundía la magia con la medicina; ahora que la religión es débil y la ciencia fuerte, el hombre confunde la medicina con la magia.
THOMAS SZASZ
Alejandra Rodríguez me tiene cansada. Tampoco la veo tan seguido, más o menos un par de veces por año para los controles. Pero los encuentros de los últimos años fueron dos monólogos. El suyo y el mío.
Vino a verme por primera vez hace 5 ó 6 años. Al conocerla quedé conmovida e impactada. Alejandra había tenido tres embarazos. Dos terminaron en abortos espontáneos. Del otro había nacido un bebé con varias malformaciones que sólo vivió unos días. Tampoco es que me quedara algo para hacer desde el punto de vista médico. Si llamamos médico a pedir estudios y dar un diagnóstico. Ya vino con un estudio genético que revelaba que Alejandra tenía una traslocación en dos cromosomas. O sea, que tenía toda la información genética necesaria para ser sana pero cambiada de lugar, por lo cual la podía transmitir en forma defectuosa. El informe concluía dando una probabilidad estadística de tener un nuevo aborto del 27% (la de cualquier mujer es un 10%) y de otro feto malformado de un 4% (en general es un 1%). Se aconsejaba estudio genético de un próximo embarazo.
Una posibilidad teórica de volver a perder otro embarazo de 1 en 4 y de tener otro bebé anormal de 1 en 20. ¿Es mucho? ¿Es poco? En realidad todo depende de cuánto queramos asumir los riesgos. Para cada uno, las estadísticas son mentirosas. Si te toca es el 100%. Si no, el cero.
Los primeros años estuve muy comprometida con su caso. Alejandra tenía 33 años. Todavía era joven y no era necesario apurarse en tomar una decisión. Por suerte, luego de su último parto le habían colocado un DIU, así que teníamos todo el tiempo para explorar la situación.
Hablamos extensamente sobre sus sentimientos, pero para ella el punto principal era “qué se podía hacer”. Ante lo cual yo volvía a que era una decisión suya y de su marido. Que, hacer no se podía hacer nada. Que la terapia genética será en algún momento, pero no ahora ni antes de que pierda la posibilidad de embarazarse. Que podía embarazarse y hacer el estudio genético. Que podía decidir no tener hijos. Que podía adoptar. Sí, sí (y parecía haber entendido lo que yo le decía), pero ¿no me puede mandar a hacer más estudios?
Agobiada por su exigencia y sintiéndome culpable por no poder ofrecerle nada más que sugerirle que salte del trampolín en base a una probabilidad estadística, la mandé a un par de interconsultas con el genetista. Le dijeron que decían que no era necesario hacer nada más y (otra vez) que si se embarazaba volviera para la biopsia de vellosidades.
Pasaron los años. Alejandra ya no es tan joven. Basándome en estadísticas, supongo que cada vez le va ser más difícil embarazarse y cada año aumenta el riesgo de problemas genéticos asociados a la edad. Ella sigue viniendo todos los años a hacer su control y a preguntarme si hay algo nuevo. Yo le digo siempre lo mismo. Ella también. Cada una de nosotras monologa.
No sé bien cómo hacerme entender. Suponiendo que tuviera alguna influencia sobre ella, no me parece ético presionarla para que se embarace. Porque yo no asumo los riesgos, porque si sale mal no es asunto mío y porque no hay obligación de tener hijos. Lo que me cansa y me frustra es que tampoco tomó la decisión de no ser madre. Sigue esperando que algún día salga algo nuevo, algo que solucione su problema genético. Mientras tanto pasan los años y me temo que el tiempo terminará decidiendo por ella.